En mi cuerpo solo quedan unas pequeñas cicatrices reflejo de
un dolor que ya se fue, un momento tenso y complicado…unas marcas que esconden
tras de sí un cuerpo que no se rinde y que lucha por sobrevivir.
Las cicatrices no solo dejan huellas físicas sino también
psicológicas. Huellas en tu memoria, en tu alma, en tu historia…un ahora y un
ayer.
Una herida que se cierra nos recuerda que todo pasa, que no
hay mal que 100 años dure, una puerta que dejamos atrás y que nunca más
volveremos a atravesar.
Nos recuerda lo frágiles que somos pero a la vez tan duros…
Las cicatrices están ahí para decirnos de dónde venimos y
hacia dónde vamos. Muestra a los demás
que nuestra vida no fue fácil, que somos ganadores natos, luchadores que se
levantan siempre ante los palos y
altibajos.
No existen dos cicatrices iguales, somos seres únicos e
irrepetibles, siempre imperfectos como dice Antonio Orozco en su canción…y es
que debemos meternos eso en la cabeza… no podemos compararnos a los demás, es
simplemente imposible y eso nos hace increíbles.
Lo atractivo de una persona radica en su autenticidad. Lo
bonito de todo esto es que somos diferentes en cuerpo y alma.
No debemos discriminar ni juzgar a las personas por sus
“rarezas”, pues lejos de esas “rarezas” cada persona guarda una esencia digna
de admirar… una combinación de pensamientos, sentimientos y emociones que
desconocemos y que haría estremecer al ser más frio, al enemigo más acérrimo.