domingo, 29 de junio de 2014

Cicatrices

Pasados cuatro meses desde la operación, todo vuelve a la normalidad.

En mi cuerpo solo quedan unas pequeñas cicatrices reflejo de un dolor que ya se fue, un momento tenso y complicado…unas marcas que esconden tras de sí un cuerpo que no se rinde y que lucha por sobrevivir.

Las cicatrices no solo dejan huellas físicas sino también psicológicas. Huellas en tu memoria, en tu alma, en tu historia…un ahora y un ayer.

Una herida que se cierra nos recuerda que todo pasa, que no hay mal que 100 años dure, una puerta que dejamos atrás y que nunca más volveremos a atravesar.

Nos recuerda lo frágiles que somos pero a la vez tan duros…

Las cicatrices están ahí para decirnos de dónde venimos y hacia dónde vamos.  Muestra a los demás que nuestra vida no fue fácil, que somos ganadores natos, luchadores que se levantan siempre  ante los palos y altibajos.

No existen dos cicatrices iguales, somos seres únicos e irrepetibles, siempre imperfectos como dice Antonio Orozco en su canción…y es que debemos meternos eso en la cabeza… no podemos compararnos a los demás, es simplemente imposible y eso nos hace increíbles.

Lo atractivo de una persona radica en su autenticidad. Lo bonito de todo esto es que somos diferentes en cuerpo y alma.

No debemos discriminar ni juzgar a las personas por sus “rarezas”, pues lejos de esas “rarezas” cada persona guarda una esencia digna de admirar… una combinación de pensamientos, sentimientos y emociones que desconocemos y que haría estremecer al ser más frio, al enemigo más acérrimo.

Una cicatriz nos enseña que el futuro es incierto, que cada instante es único. No es algo que haya que ocultar, ni nada de lo que avergonzarse, es una experiencia de vida, de valor y coraje.